Es la compañía en la cocina a la hora del café, la voz que estalla de emoción anunciando un jonrón en el Estadio Latinoamericano, la que nos despierta con las noticias y la que nos arrulla con un bolero en la madrugada. Es más que una profesión; es un pedazo de la vida misma, un hilo invisible que teje la comunidad. Hoy, celebramos a esos artistas de la palabra, a esos magos de la voz que convierten las ondas sonoras en sentimientos: los locutores cubanos.
Ser locutor en Cuba trasciende el simple acto de hablar ante un micrófono. Es una vocación que se lleva en la sangre y en el corazón. Es ser un poco el confidente de todo un pueblo. De ejemplo tenemos a voces que por más de 40 años ha acompañado a los cubanos. Con tonos cargados de la sabiduría que dan los años. Es tener la responsabilidad de informar, pero también de entretener y consolar. Es hablarle al corazón de la gente con la verdad por delante.
Para entender la magnitud de este oficio, hay que remontarse a la historia dorada de la radiodifusión en la isla. Fue una época donde la radio era el centro neurálgico del entretenimiento y la información familiar. Nombres como Germán Pinelli, con su proverbial elegancia y versatilidad, o Consuelo Vidal, «La Señora de la Televisión Cubana», no solo eran presentadores; eran figuras de la casa, voces de confianza que sentaron las bases de un oficio que se convirtió en leyenda.
La escuela cubana de locución se forjó con un sello distintivo: una dicción impecable, un tono cálido y cercano, y una capacidad innata para la improvisación. El locutor cubano no solo lee; interpreta, siente el texto y se lo hace sentir al oyente, creando una intimidad única a través del éter.
Antes, sin internet, los locutores eran el cordón umbilical con el mundo y con nosotros mismos. El panorama mediático ha cambiado radicalmente. Hoy, la radio compite con un universo de pantallas y algoritmos. Sin embargo, los locutores cubanos han sabido evolucionar.
El reto es enorme, pues ya no solo la competencia es con otras emisoras, sino con el celular. Pero eso se han visto obligado a ser más creativos, a usar las redes sociales, a interactuar en directo con la audiencia. La esencia continúa siendo la misma: conectar. Pero ahora también por WhatsApp o Facebook y las páginas web. Esta adaptación ha sido crucial para mantener viva la radio, fusionando la calidez de la tradición con la inmediatez y el dinamismo de la tecnología.
El vínculo entre el locutor y su público es el alma de la radio. Es una relación de confianza y cariño que se construye día a día.
Las calles ariguanabenses están llenas de testimonios que reflejan cómo las voces de la radio se entrelazan con los ritmos de la vida diaria convirtiéndose en compañeras inseparables.
Hoy, en su día, es un momento para un merecido y sentido reconocimiento. A los veteranos que forjaron la leyenda con su talento y dedicación, a los nuevos que la reinventan con ingenio y pasión, y a todos aquellos que, desde una cabina, a veces anónima, crean comunidad con el simple, antiguo y poderoso acto de hablar.
Porque en Cuba, a pesar de todo, la radio sigue viva. Y su latido, su ritmo y su alma, tienen un nombre: Locutor Cubano.
Maybeline Matamoros Álvarez
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