Hoy nos adentramos en una de las páginas más luminosas de la historia de América Latina: la Campaña de Alfabetización en Cuba, que en 1961 transformó para siempre la realidad de una nación y demostró que cuando un pueblo se une con un propósito común, no hay obstáculo que no pueda superar.

El tercer año de la Revolución Cubana, fue un periodo definitorio, marcado por la proclamación de su carácter socialista y la victoria en Playa Girón. Pero entre estos acontecimientos políticos y militares, se libró una batalla pacífica, cultural y humana: la batalla para erradicar el analfabetismo. El 22 de diciembre del propio año, Cuba sería proclamada «Territorio Libre de Analfabetismo», una hazaña educativa sin precedentes.

Sus raíces se encuentran en el Ejército Rebelde, que aún en la lucha guerrillera comprendió el poder de la palabra escrita. La Campaña inició de forma oficial el 1 de enero de 1961, en una coyuntura tensa. Estados Unidos rompía relaciones diplomáticas y la amenaza de invasión era inminente. A pesar de esto, la consigna fue clara: defensa y alfabetización, avanzarían a la par. La patria no solo se defendía con fusiles, sino también con cartillas y lápices.

Fue en este clima donde surgió el ejército de educadores. Se convocó a 100,000 jóvenes, mayores de 13 años y con al menos sexto grado, para formar las «Brigadas Conrado Benítez», nombre dado en honor a un joven maestro voluntario asesinado por bandas contrarrevolucionarias. Estos brigadistas, con sus mochilas y faroles, partieron hacia los rincones más intrincados de la geografía cubana, viviendo en los hogares de los campesinos.

El camino estuvo teñido de sacrificio. La contrarrevolución, viendo en la educación un arma de liberación, sembró el terror. Los asesinatos del brigadista Manuel Ascunce Domenech, de apenas 16 años, y del campesino Pedro Lantigua Ortega, conmocionaron a la nación, pero no la detuvieron. Al contrario, fortalecieron la determinación. Cada crimen fue respondido con más compromiso.

Finalmente, el 22 de diciembre de 1961, en la Plaza de la Revolución, ante una multitud de brigadistas exhaustos pero jubilosos, se declaró la victoria y la culminación de la campaña. Fue mucho más que aprender a leer y escribir. Fue el primer y fundamental peldaño para construir un sistema de educación pública, universal y gratuita que es orgullo de Cuba hasta hoy. Demostró que la verdadera revolución ocurre cuando un niño, una mujer o un anciano descubre, por primera vez, el poder mágico de descifrar el mundo a través de las letras.

Shakira Mesa
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