Hoy hablamos de un nombre fundacional en la historia revolucionaria de Cuba: Juan Manuel Márquez Rodríguez. Nacido en Santa Fe, La Habana, un 3 de julio de 1915, su vida fue un ejemplo temprano de compromiso y consecuencia.
Desde su juventud en Marianao, Márquez percibió las injusticias de la realidad cubana. La influencia de sus padres forjó en él un carácter intelectual y un profundo sentido social. Su conciencia política despertó muy pronto. Con apenas 16 años, se incorporó a la lucha contra la tiranía de Machado, una decisión que le valió su primera detención y prisión en el Presidio Modelo de Isla de Pinos.
Su trayectoria fue un camino de constante militancia. Fundó periódicos como Radical y Catapulta para difundir sus ideas. Se integró en organizaciones estudiantiles y políticas, siempre desde una posición de rebeldía y solidaridad, como demostró con su manifiesto a favor de los jóvenes negros estadounidenses.
La represión fue una constante. Sufrió nuevos arrestos y una segunda condena a prisión en 1936. A pesar de todo, su lucha no decayó. Ingresó al Partido Revolucionario Cubano y su arraigo popular en Marianao lo llevó a ser elegido concejal, cargo desde el cual prometió defender los ideales de la revolución.
Pero su destino histórico estaba escrito en una empresa mayor. En 1956, Juan Manuel Márquez se embarcó en la expedición del yate Granma. Fue designado segundo al mando, tras Fidel Castro. Luego del difícil desembarco, se separó del grupo principal y, tras reunirse, cumplió un rol crucial en los primeros y desesperados combates.
Su final fue trágico. Después de cubrir la retirada de sus compañeros y haberse extraviado, fue capturado por las tropas batistianas. El 15 de diciembre del propio año, apenas días después del desembarco, Juan Manuel Márquez fue asesinado. No llegó a ver la Sierra Maestra, pero su sacrificio se convirtió en una de las primeras y más grandes pérdidas de la Revolución.
Hombre de acción y pensamiento, político consecuente y revolucionario de toda la vida, Juan Manuel Márquez legó un ejemplo de integridad y entrega. Su nombre perdura no solo como el segundo jefe del Granma, sino como un símbolo de la lucha constante por la justicia y la soberanía de Cuba.
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