Hay quien nace para actuar, quién tiene la agilidad en las manos e ideas y es artesano, hay quien crece sabiendo que le gusta ser bombero o policía, muchos escogen salvar vidas, vestir batas blancas, hay quien nace para escribir, hacer literatura, pintar, cantar, ser chofer, pero (…) hay quien nace para educar y cuando digo educar digo Enseñar.

Para esta profesión de ser maestro, profesor tiene que gustar, tiene que correr por las venas, ese arte que sin ser palpable es tan grande como una obra en sí.
Ser educador no es solo copiar en una pizarra, agarrar una tiza y escribir por un plan de clases, una metodología a seguir, es impartir asignaturas diversas independientemente del gusto o destreza particular, pero con ello inculcar valores, más allá de conocimientos.
 Un Educador empieza a existir desde el círculo infantil, los encuentros del programa Educa tu hijo, la enseñanza primaria hasta que el estudiante se gradúa en la universidad, y aún así cada paso en la vida de superación profesional tendrá enfrente un Maestro.
Un verdadero maestro exige al alumno porque para él no existe algo mejor que aquel niño, adolescente o joven se esfuerce; que asista a la escuela siempre con puntualidad.
 Realice sus tareas, que estudie pero también que mantenga a diario palabras mágicas como Buenos días, Permiso, Por favor y Gracias, El ser Honesto, Honrado y Valientes; valores sostenidos en el tiempo.
 Al guía del aula lo caracteriza la paciencia la comunicación y el entendimiento para que el conocimiento llegue al estudiante (aunque muchas veces sabemos suben la voz y pueden sentirse agobiados ante el aula) son humanos, pero humanos con gran corazón y aquí destaco, son personas dotadas para enseñar, tienen el don de dejar huellas, de ser guías, aún en los años; porque saben dar lecciones que jamás se olvidan, porque el verdadero maestro no enseña inspira.
Meylin Pérez Guzmán
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