Cuando debemos acudir a un centro de salud por cualquier motivo, muchas veces con malestares y preocupados, podemos encontrarnos con dos situaciones completamente opuestas, un sitio con un personal que nos recibe con humanidad a pesar de las dificultades, o un sitio con un personal que antepone las dificultades a la humanidad. Este 12 de diciembre se conmemora el Día Internacional de la Cobertura Sanitaria Universal. No se trata solo de una fecha proclamada por la Organización de Naciones Unidas en 2017, o de una resolución aprobada en 2012. Se trata de ese instante en que una persona necesita confianza, orientación y respeto. Es por esto que creo necesario hablar sobre el acceso a los servicios de salud y los valores que quienes lo hacen posible
El mundo insiste en hablar de cobertura universal porque todavía millones de personas enfrentan barreras económicas, distancias, esperas o falta de personal. Pero detrás de esos esfuerzos aparece una verdad: la salud universal no depende solo de políticas, sino de quienes las hacen realidad.
En nuestro país por ejemplo, defienden un sistema gratuito, accesible y comunitario. Entre los programas de salud destacados están el de Atención Materno infantil, y el del Médico y la Enfermera de la Familia. Este último se sustenta en una idea simple pero eficaz: colocar al médico dentro del barrio, conocer a las familias, prevenir riesgos, proteger a las personas y garantizar su seguimiento.
Es así que la verdadera fortaleza del sistema surge de la aptitud y la actitud de su recurso humano. El valor de un médico no se mide solo en diagnósticos, sino en su forma de mirar al paciente, en el respeto que transmite, y en su ética ante la dificultad. Un programa como el del Médico y la Enfermera de la Familia alcanza sentido cuando el profesional entra a un hogar con sensibilidad, escucha,orienta sin prisa; cuando asume que la salud es un derecho y no un trámite.
Creo también que la cobertura universal se mantiene solo cuando el personal de salud se siente acompañado. Se puede proclamar un día para celebrarla, pero la universalidad se concreta en el centro de salud y en el médico que decide tratar a cada persona con dignidad en cualquier lugar y en cualquier situación, porque así lo dicta su ética, su compromiso con la vida y por encima de todo, su corazón.
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