Es un error común, pero profundamente arraigado, que los padres proyecten sus propios sueños y frustraciones en sus hijos, especialmente en el ámbito deportivo y de las artes marciales. Si bien es natural desear lo mejor para nuestros hijos, es crucial recordar que son individuos únicos con sus propios talentos, intereses y pasiones. Imponerles un deporte o arte marcial específico, basándonos en nuestras propias aspiraciones incumplidas o en la búsqueda de un éxito vicario, puede ser contraproducente y perjudicial para su desarrollo.

Cuando un niño se ve forzado a practicar una actividad que no le apasiona, es probable que experimente frustración, desmotivación e incluso resentimiento. En lugar de fomentar la disciplina, la perseverancia y el amor por el deporte, se corre el riesgo de generar aversión y abandono. Además, se limita la oportunidad de que el niño explore diferentes opciones y descubra su verdadera vocación.

Es fundamental que los padres actúen como guías y facilitadores, exponiendo a sus hijos a una amplia gama de deportes y artes marciales, brindándoles información y apoyo, pero permitiéndoles tomar sus propias decisiones. La elección debe ser del niño, basada en sus intereses personales, su afinidad con la disciplina y su deseo de superarse a sí mismo.

Cuando un niño elige practicar un deporte o arte marcial por convicción propia, es mucho más probable que se comprometa, se esfuerce y disfrute del proceso. Esto no solo contribuirá a su desarrollo físico y mental, sino que también fortalecerá su autoestima, su capacidad de tomar decisiones y su autonomía.

En definitiva, el deporte y las artes marciales deben ser una fuente de alegría, crecimiento personal y desarrollo integral. No permitamos que nuestras propias ambiciones impidan que nuestros hijos encuentren su verdadera pasión y alcancen su máximo potencial. Dejemos que sean ellos quienes elijan su camino, y brindémosles todo nuestro apoyo para que lo recorran con entusiasmo y determinación.

Adrian Torres Rodríguez
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