Ya su nombre era una leyenda, pero ella llevaba al plano humano el principio martiano de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, y hablar con ella transmitía la sensación de confianza para decirle siempre la verdad y la convicción de saber que su mirada penetrante rechazaría cualquier mentira.

Quienes conocieron a Celia Sánchez Manduley, quedaban impactados por su sencillez, el trato afable y la inteligencia que emanaba de sus ideas. Con alegría saludaba a todos y su imagen, con alpargatas blancas, transmitía seguridad en la victoria. Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley nació en Media Luna, Manzanillo, el 9 de mayo de 1920.

Si no fuera por la red clandestina creada por ella, con campesinos de la Sierra Maestra, desde los días previos al desembarco del Granma en 1956, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz no hubiera podido llegar a Cinco Palmas y la historia, tal vez, hubiera sido otra. Mucho tiempo antes, si no fuera por su temperamento patriótico y rebelde, aprendido en la cuna por el ejemplo de sus padres, el busto de José Martí no estuviera en la cima del Pico Turquino, donde Celia y su padre, con la escultora Jilma Madera, lo subieron a lomo de mulos.

De no ser por su valentía, Celia no podía haber sobrevivido a la muerte cuando fue sorprendida en una cafetería de Campechuela, donde iba a contactar con otro combatiente, por la soldadesca de la dictadura batistiana que la buscaba para asesinarla.

Con ella, la mujer cubana tuvo su primera combatiente en el incipiente grupo guerrillero en la Sierra Maestra. Combatió en el Uvero, y a su ejemplo se debe, en buena medida, la creación del pelotón femenino Mariana Grajales, constituido el 4 de septiembre de 1958. Heroína de la Sierra y el Llano, en los momentos más difíciles de la guerrilla.

Siempre junto a Fidel y bajo su dirección inmediata, asumió la importantísima función de organizar la logística rebelde: armas, proyectiles, comida, ropa, medicinas y demás artículos necesarios para la lucha y la subsistencia en las duras condiciones de la montaña. Al poco tiempo, se convirtió en coordinadora y ejecutora de todo el trabajo de retaguardia en el territorio guerrillero. Sin Celia tampoco se hubiera podido preservar la historia de esos momentos gloriosos, pues su mochila fue el embrión de la Oficina de Asuntos Históricos.

Con la victoria del primero de enero de 1959 Celia se convierte en heroína de la paz y, siempre al lado de Fidel, desarrolló un trabajo callado y crucial, sin escatimar energías hasta su último aliento. Fue designada Secretaria de la Presidencia y también fue Secretaria del Consejo de Estado.

La huella de su sensibilidad y pasión por los detalles que caracterizan una obra bien hecha está a lo largo de toda la Isla, en el Palacio de las Convenciones, el Parque Lenin, en la Escuela Lenin, el Palacio Central de Pioneros Ernesto Che Guevara, en la Ciudad de los Pioneros de Tarará, el Hospital Ortopédico Frank País, en la heladería Coppelia, el Museo de la Clandestinidad, en la Comandancia General de La Plata y muchos otros lugares.

Alguien tan intenso y generoso alumbra todavía el camino de la Patria, sin embargo, con una luz suave y serena. Por eso no se extingue. Cuba vive con tu memoria, querida Celia.

 

Damarys Arissa Posada - González
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