El aire en el oriente del país aún debe oler a tierra mojada y a esfuerzo. Mientras allá se arreglan techos, recogen ramas y secan lo que el huracán Melissa dejó a su paso, una amenaza silenciosa, gana terreno.
La recuperación poshuracán llega con un compañero de batalla no deseado: un complejo escenario epidemiológico.
Aunque gracias a la providencia el huracán no toco tierras occidentales, sí compartimos la misma alerta local. Las arbovirosis –dengue, chikungunya y virus Oropouche–, que circulan en el país, y que en algunas provincias su presencia es más fuerte.
San Antonio de los Baños, no está exento de ello. Bien que podría ser puerta de entrada a estas enfermedades.
La Viceministra de Salud, Carilda Peña García, ha sido clara: la clave no es el aislamiento, como con la COVID, sino eliminar al vector, al mosquito Aedes aegypti.
Y aquí es donde la situación se vuelve crítica. Las autoridades nacionales reconocen que no hay recursos para fumigar el 100% de las áreas.
El peligro es real y va más allá de una simple fiebre. El dengue que circula ahora es diferente. Quienes ya lo tuvieron antes, tienen más riesgo de sufrir una forma grave. Y hay un dato que sorprende: una persona puede albergar más de un virus a la vez. Mientras, el chikungunya, no suele ser mortal, pero puede dejar secuelas de dolor articular que incapacitan durante meses.
Entonces, ¿qué hacemos? La respuesta es una trinchera de tres frentes. Primero, las instituciones, con fumigaciones y abate en los focos principales. Segundo, la comunidad, organizándose para limpiar solares, zanjas y vertederos que el huracán pudo haber empeorado. Y tercero, el frente más importante: nuestro hogar.
El mensaje de las autoridades sanitarias no puede ser más directo: el mosquito vive dentro de la vivienda.
La batalla se gana en cada patio, volteando cada latón, cambiando el agua de los floreros y los vasos espirituales, usando mangas largas al atardecer y permitiendo que la fumigación, cuando llegue, permanezca dentro de la casa al menos 45 minutos. Incluso se recomiendan métodos caseros, como quemar cáscaras de naranja o limón.
La responsabilidad individual de cada ariguanabense en su manzana, es la única fórmula para frenar esta epidemia.
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