Entre el 13 y el 18 de septiembre de 1895 tuvo lugar la Asamblea de Jimaguayú, un encuentro decisivo en medio de la Guerra de Independencia de Cuba. La cita respondía a la necesidad de marcar el rumbo político de la contienda y lograr la unidad entre las fuerzas insurrectas de todo el territorio nacional.

A la reunión asistieron delegados de Occidente, Las Villas y Oriente. Tras intensos debates, los participantes aprobaron el 16 de septiembre la llamada Constitución de la República en Armas, que establecía un gobierno civil y centralizado con atribuciones políticas y económicas, aunque con un margen limitado sobre los asuntos militares.

De acuerdo con la nueva Carta Magna, fue designado como presidente Salvador Cisneros Betancourt, acompañado en la vicepresidencia por Bartolomé Masó. Se aprobaron además cuatro secretaríos: de Guerra, Hacienda, Interior y Exterior. Paralelamente, fueron elegidos en los mandos militares a Máximo Gómez como General en Jefe del Ejército Libertador y a Antonio Maceo como Lugarteniente General.

La Constitución de Jimaguayú mantuvo el espíritu de la Protesta de Baraguá al reafirmar la separación de Cuba de la monarquía española y la aspiración a constituir un Estado soberano. A diferencia de la Constitución de Guáimaro de 1869, este nuevo texto unió en un solo cuerpo los poderes legislativo y ejecutivo, y busco una mayor cohesión en la conducción de la guerra.

Además, se incluyó una cláusula novedosa: si en el plazo de dos años no se alcanzaba la victoria, debía convocarse a una nueva asamblea para revisar o modificar la Carta Magna.

Aunque no estuvo exenta de tensiones y contradicciones, la organización alcanzada en Jimaguayú representó un avance notable en la estructura de la lucha independentista. Allí quedó demostrada la madurez política de los líderes cubanos, capaces de articular un proyecto de nación en medio del fragor de la guerra.

Rosicler Quiñones Salgado
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