El 20 de octubre de 1927 nació en Encrucijada, provincia Las Villas, Abel Santamaría Cuadrado, quien vino al mundo en un hogar humilde de inmigrantes españoles. Nadie podía adivinar entonces que aquel niño de mirada serena se convertiría en un joven con firmes convicciones revolucionarias.

Desde muy temprano mostró una vocación por el estudio y la superación. A los veinte años llegó a La Habana con el propósito de labrarse un futuro mejor. Trabajó como contable en la textilera Ariguanabo, cursó estudios en la Escuela Profesional de Comercio y en el Instituto de Segunda Enseñanza, decidido a hacerse bachiller. Su empeño lo llevó a obtener un puesto más estable en una agencia de autos, lo que le permitió alquilar un modesto apartamento en el Vedado y llevar consigo a su inseparable hermana Haydée.

Pero Abel no solo buscaba prosperidad. En su corazón se gestaba un ideal mucho más alto. Admirador de Eduardo Chibás, militó en el Partido Ortodoxo, y desde allí dio el salto a la historia cuando se unió a Fidel Castro y a los jóvenes de la Generación del Centenario.

Junto a su hermana Haydée, Abel fue parte esencial del grupo que, bajo la guía de Fidel Castro, dio forma al Movimiento que haría estremecer la historia de Cuba.

En su vivienda se reunían los rostros que más tarde marcarían una época: Melba Hernández, Jesús Montané, Raúl Gómez García … A todos los unía una fe inmensa en la justicia y el deseo de devolverle la dignidad al país.

Abel fue designado segundo jefe del Movimiento, y asumió responsabilidades tanto civiles como militares. El destino le reservó el Hospital Civil Saturnino Lora como objetivo el 26 de julio de 1953, durante el Asalto al Cuartel Moncada y Carlos Manuel de Cespedes. Aunque deseaba una misión más peligrosa, obedeció sin titubeos, porque sabía que cada sacrificio contaba. Durante los hechos fue detenido, y asesinado con solo 25 años tras sufrir salvaje tortura.

Los que lo conocieron lo describen como un joven alegre, de carácter noble, amante de la lectura y la amistad sincera.

Hoy, cuando se cumple un nuevo aniversario de su nacimiento, Abel Santamaría vuelve a nacer en la memoria de su pueblo. Su vida breve, recuerda que la grandeza no se mide por los años vividos, sino por la fuerza con que se defiende un ideal.

Rosicler Quiñones Salgado
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