El eco de pasos heroicos resuena hoy en la Playita de Cajobabo. Más de un siglo transcurrió desde aquel 11 de abril de 1895, cuando José Martí y Máximo Gómez, regresaron a la Isla para encender la llama de la revolución.

Cajobabo no es una simple playa; es por donde la esperanza desembarcó. Fue una travesía de titanes, curtidos por la adversidad y guiados por el sueño de una Cuba libre. La voluntad de Martí y Gómez, forjada en el crisol del exilio, era más fuerte que la furia del mar.
El desembarco, marcó el inicio de una epopeya que sellaría el destino de la nación. Quienes por allí desembarcaron, durante veinte jornadas transitaron en el territorio guantanamero. Recibieron el abrazo cálido y generoso de un pueblo humilde pero valiente.
En su Diario de Campaña, Martí, con pluma de poeta y corazón de guerrero, inmortalizó cada detalle de aquel hecho: El nombramiento como Mayor General, el fragor del combate en Arroyo Hondo, y la visión sublime de la bandera cubana, bordada con amor y patriotismo por Juana Pérez, patriota guantanamera.
Hoy, al celebrar otro aniversario de aquella proeza, recordamos que la libertad de Cuba no fue un regalo, sino una conquista que exigió sacrificio y coraje. Cajobabo, más que un lugar, es un símbolo de la perseverancia y la dignidad de un pueblo.
Rosicler Quiñones Salgado
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