Lidia Doce nació el 27 de agosto de 1916, cerca de la provincia de Holguín, mientras que Clodomira Acosta nació el primero de febrero de 1936, en Cayayal, situado en el municipio montañoso de Bartolomé Masó, en las estribaciones de la Sierra Maestra, Granma. Desde jóvenes, se unieron al Ejército Rebelde y trabajaron como mensajeras con el Che y Fidel.
Lidia demostró su rebeldía contra el gobierno del dictador Fulgencio Batista, desde el mismo instante en que ocurrió el golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Por su parte, Clodomira Acosta, tenía solo 20 años cuando asumió semejante tarea, lo que significó un valioso enlace entre la Columna Número 1 del Comandante en Jefe Fidel Castro y otras fuerzas que operaban en la Sierra Maestra y en el llano.
Una riesgosa misión confiada a ella por el alto mando del Ejército Rebelde las conduce por diferentes vías a La Habana, Lidia fue la primera en llegar, mientras transcurrían los días finales del mes de agosto de 1958. El 11 de septiembre del propio año, ambas revolucionarias permanecían en una casa del reparto Juanelo, donde ocultaban a cuatro jóvenes perseguidos por la tiranía batistiana, y en la madrugada del día 12 de septiembre, esbirros dirigidos por Esteban Ventura y Conrado Carratalá irrumpieron en el humilde barrio ubicado en San Miguel del Padrón.
Los cuatro jóvenes fueron asesinados mientras que a Lidia y Clodomira las sacaron a empujones y fueron trasladadas por Ariel Lima y Eladio Caro a la Quinta Estación de la Policía, donde pese a ser torturadas de forma salvaje, nunca delataron a sus compañeros de lucha. La suerte de Lidia y Clodomira salió a relucir después del triunfo revolucionario de 1959, por testimonios de sus torturadores, quienes explicaron que al no poderles sacar información, ya moribundas, las remitieron al asesino Julio Laurent, jefe de inteligencia de la Marina, el cual dio la orden de introducirlas en sacos con peso y en una lancha las llevaron frente al litoral habanero y las dejaron caer al mar el 17 de septiembre.
Dos heroínas, Lidia Doce y Clodomira Acosta, eran de las mujeres en las cuales el máximo líder de la Revolución Fidel Castro depositó confianza e importantes misiones desde la Sierra Maestra. A estas gigantes de la Patria, su pueblo les recuerda y rinde merecido tributo. Escuelas, centros de trabajo e instituciones del país llevan hoy su nombre en honor a la destacada labor revolucionaria que asumieron para contribuir a liberar de esta tierra, la infamia que representó la más sangrienta dictadura impuesta a Cuba en la década de los años 50 de la pasada centuria, la de Fulgencio Batista. El pueblo nunca olvidará la valentía con que resistieron estas mujeres heroicas, sin decir una sola palabra al enemigo.
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